He tratado varias veces comprar ropa por internet,
de las webs de tendencia, donde los colores, formas, presentación, hace que te
veas en el vestido e, incluso, sueñes con él.
Web tan atractivas, que te haces socia sin pensarlo, para terminar
bombardeada de mails diarios con ropa que no te podrás poner.
Yo me di de alta en una, de la cual recibo todos los
días el susodicho mail, del que no me puedo dar de baja y en el cual entro
todos los días como una pardilla, esperando encontrar algo de mi talla.
Puedes elegirla en el panel de selección, para que
se muestren las prendas que están disponibles, pero cual es mi sorpresa, que en
todas aparece agotada. Sólo disponible talla XS o S, ¿pero quien tiene esa
talla hoy en día? seamos realistas, ni
siquiera las niñas, ¡con el problema de obesidad que padece la sociedad
occidental!
Lo único que
he podido comprar son unos zapatos y me están grandes. Pero me da tanta
pereza devolverlos que he terminado guardándolos en el armario a la espera de
que me crezcan los pies.
Pero aún sigo mirando todos los días, las páginas
llenas de modelos con ropa elegante y estilosa, mostrándote las prendas desde
todas las perspectivas, asegurándose de que sigo soñando y esperando con anhelo
que, algún día, la talla más pequeña que aparezca, sea la XL.
Esa es mi esperanza, que la realidad invada a todos
los diseñadores, que muestren toda la belleza de la mujer, sea cual sea ésta,
sin prejuicios. Que pueda entrar y no desear sin conseguir, sino que pueda
elegir.
La talla Xl no es una gran talla, pero tampoco es
pequeña y, parece ser, que para los creadores de moda, es demasiado grande,
pero representa a la mujer de la calle, la mujer normal, al igual que la talla
44, 46 o más.
Porque la realidad es que hemos invadido la sociedad
y, como sabrán, no tenemos más remedio que vestirnos. Somos un verdadero filón
de oro para el que lo quiera ver.
Y el que no, que siga haciendo tallas especiales,
como digo yo, tallas para mujeres mínimas, que también tienen derecho, pero que
no son la mayoría.
Me enervo cuando la conversación del día en la
oficina es la “operación bikini” o las “dietas milagros”, que sólo sirven para
pasar hambre, ponerte de mal humor y engordar.
Me revelo y reivindico el michelín y las curvas voluptuosas.
Reclamo la arruga digna, la ropa ceñida que resalte las formas de una mujer ya
olvidada y los labios rojos a pesar de la edad.
Reclamo a la verdadera mujer, la que vemos todos los
días comprando o en el médico, llevando a sus hijos al colegio, discutiendo en
el trabajo o buscando uno con premura.
Reivindico una realidad bella y real, aceptada, que
no nos haga querer huir hacia mundos donde las jóvenes no nos representan; que
no nos hagan mirarnos al espejo buscando la forma de eliminar todo lo que nos
han dicho que sobra de nuestro cuerpo. Porque para ello tendríamos que
cortarnos los pechos, el vientre, las nalgas y también, porque no, la papada.
Porque dejaríamos de ser nosotras y eso no nos haría más feliz.
No quiero ser feliz soñando que soy otra, quiero ser
feliz convirtiendo mi sueño de ser yo misma en realidad y no anhelar algo que
nunca podré ser, porque lo más hermoso esté delante de mí y no lo pueda ver.
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