He escondido
el peso debajo del sofá y ahí se ha quedado. En principio fue porque debía
hacer ejercicios para rehabilitar la pierna, después de la operación, y quedó
ahí olvidado una vez que ya no lo necesité.
De hecho, me
he dado cuenta que soy mucho más feliz sin él. Antes estaba en el cuarto de
baño, mirándome inquisitoriamente cada vez que iba al servicio o a ducharme.
Claro está, no me podía resistir a montarme en él para después darme cuenta de
que nunca estoy en el peso ideal o justo, según mi enfermera. Y es que estoy
obsesionada desde que la visité. En principio sólo iba para tomarme la tensión,
según mi doctor, porque así llevaría más control.
Pero ella hizo
un chequeo completo. Me pesó, me midió, me puso vacunas que ni siquiera sé para
que me servían: ahora hay muchas enfermedades tropicales, me dijo con voz
chillona. Yo pensaba que para que las quería si no iba a viajar. Pero creo es
hiperactiva porque mientras hablábamos, me plantó la inyección en el brazo como
si nada, mirándome cómicamente con las gafas en la punta de la nariz. Incluso
ella tuvo que comprobar después la etiqueta porque con tanto nerviosismo no
estaba segura de lo que me había puesto. Me dijo también los kilos que me
sobraban ( no diré cuantos) y la dieta que debía llevar. Hasta me prohibió el
vinagre, me dijo que engordaba, ¿qué iba a comer ya?. Y yo quedé atónita, porque creo que debo ser una anoréxica
invertida, ya que me encuentro estupenda y no entiendo como siempre quieren
ponerme a dieta.
Después dijo
que pidiera cita para dentro de un mes y volvería a pesarme para ver si me
había quitado algunos kilos.
Me compré el
peso eléctrico que ahora tengo y todos los días lo usaba. Llegó a convertirse en una obsesión. Me
miraba en el espejo, me veía bien, pero era pesarme y salir de mí
deformidades como si fuera un monstruo. Hacía que saliera a la calle deprimida
y acomplejada.
Sin embargo, desde que
me lesioné y lo escondí debajo del sofá del salón, todo ha cambiado. Me veo
guapa y ya no pienso en michelines. Me he aceptado tal como soy. No pienso en
calorías cada vez que como, disfruto de la comida y como más sano.
Me encanta no
tener la dictadura de ese aparatito acechándome todo el día.
Y que decir
tiene, que no he vuelto a la consulta de la enfermera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario