1ª PARTE
Mercedes mira el reloj, aún es temprano pero
hoy tiene mucho trabajo. Va a la habitación para elegir los pendientes y el
collar. Su marido la mira mientras se seca los restos de espuma del afeitado.
-Pero mira que eres presumida.
Ella no le hace caso y rebusca en el joyero
ordenado meticulosamente, como su vida. Desde que tenía tres niños era así,
todo lo tenía meticulosamente programado. Su agenda pitaba cada hora para
avisarle de lo que debía hacer.
Finalmente elige un collar de perlas
anaranjadas y unos sencillos pendientes de plata. El pelo negro recogido en un moño alto. Se
ajusta la chaqueta como si fuera un militar y se mira al espejo antes de coger
su cartera repleta de documentos. Se veía bajita con aquellos pantalones y
tenía el trasero demasiado ceñido, pero ya no podía hacer nada. La vida que
llevaba no le permitía un segundo de respiro para ir al gimnasio y cuando tenía
algún rato libre, sin niños ni marido, sólo deseaba tirarse en el sofá en chándal
para ver películas y comer palomitas. Ahora todo eso estaba en su cuerpo
repartido de la manera más absurda.
Besó a su marido en la boca, rápidamente y
sin pasión. Él revisaba el correo en el despacho, las ventajas de trabajar
desde casa.
-Recuerda que debes recoger a Toni a las
12-le gritó desde la puerta- tiene médico a las 12:30.
Se alejó por el camino de piedra que bordeaba
su chalet adosado. Hacía frío ese día y la bufanda de lana no era suficiente,
debería haber cogido el gorro, pero ya no volvería. Durante el trayecto al
trabajo, en un bufete de abogados en el centro de Madrid, pensaba en la pasión
que les faltaba desde hacía tiempo y elaboraba diversos métodos para hacerlo
florecer de nuevo. Se compraría ropa sexy, nada de bragas de la abuela, ni
fajas ni sujetadores deportivos. Dejaría los niños con su hermana y llenaría de
velas y pétalos de rosa el dormitorio. Sí, eso haría, así volverían a tener
sexo de nuevo. Hacía ya meses que no lo hacían. Ella estaba muy cansada, desde
que era socia no tenía horario de salida y su marido tampoco hacía nada por
animarla.
Así habían llegado a un callejón sin salida,
donde se habían convertido en compañeros de piso más que amantes. Pero ese era
un tema que no quería dejar pasar, porque lo amaba y quería recuperarlo por
todos los medios. No podía imaginar la vida sin él.
Cuando aparcó en el parking, su secretaria la
estaba esperando. Era una joven ambiciosa y pizpireta a la que tenía mucho
cariño.
-¿Qué haces aquí, Loli?¿hay algo urgente?
Ella señaló el coche de enfrente, un mercedes
negro con cristales tintados.
-¡Ay madre!-exclamó Mercedes- no me digas que
era hoy la reunión.
Subió a toda prisa con Loli corriendo tras
ella, mientras le pasaba documentación para firmar y firmar.
-Pero si todo lo tengo apuntado en la agenda,
malditos aparatos-murmuró-.
La reunión ya había comenzado pero la
saludaron con cortesía y siguieron hablando. Ella intentaba seguir el ritmo de
las exposiciones que hacía Anastasio, un aspirante a socio que se dedicaba a
captar clientes importantes. Allí estaban todos, siete hombres y tres mujeres,
ella, Lorena y Loli, su secretaria.
Votaron rápidamente, todos deseaban que el
jefe se fuera para seguir con su trabajo. Antonio, el fundador del bufete, un
hombre septuagenario y atractivo a pesar de su edad, que sólo se dejaba caer
por allí dos veces al año, sobretodo para hacer acto de presencia y recordar
que estaba vivo. Lucía un moreno espectacular. Mercedes sospechó que finalmente
había optado por comprarse el chalet en la costa, como le dijo.
Al terminar, se despidieron cortésmente de él
y salieron en estampida hacia sus cubículos. Mercedes se dejó caer en el sillón
y se aflojó los pantalones, si sacaba la blusa por fuera, no se notaría. Loli
se sentó en el filo de la mesa, pelirroja y alegre, le guiñó un ojo.
-¡Que tal! ayer hubo movida….
-¿Movida?, no sé a lo que te refieres, llevo
meses en dique seco, los niños me tienen agotada y el trabajo también.
Loli dio un saltito al bajarse de la mesa.
-Lo que necesitas ahora es cafeína, te traigo
un capuchino y no rechistes.
Mercedes se revolvió en su asiento, por Dios,
más calorías no, pensó. Pero a Loli no se le podía rechistar, parecía saber
siempre lo que necesitaba.
Después de trabajar tres horas
frenéticamente, por los efectos de la cafeína, decidió hacer la lista de la
compra de ropa interior y comenzó a elaborar el plan de conquista, como ella lo
llamaba.
El pitido de la agenda la despertó, cita para
comer con María. Lo había olvidado.
Cogió su chaqueta y volvió a poner la blusa
en su sitio. Corrió por el despacho y las escaleras como una loca, eso es lo
que debían pensar los compañeros. Tenía que aprender a relajarse. Ni siquiera
sabía como podía estar gorda con tanto estrés.
El Corte Inglés estaba sólo a dos calles del
bufete, pero cuando llegó, María ya se encontraba tomando una copa. Pero que
guapa y delgada estaba, a pesar de que sólo había pasado un mes desde que tuvo
su bebé.
Desde hacía cinco meses que recibió su
llamada para ayudar en la adopción de una mujer que había conocido, se habían
hecho grandes amigas. Quedaron varias veces para tratar el tema y congeniaron a
la perfección, Mercedes se desahoga contándole sus agobios maritales, como los
llamaba, y le daba consejos sobre la maternidad. Pero María era fuerte e independiente
y parecía no necesitar a nadie. Aún no había vuelto al trabajo, porque quería
estar con su niña todo el tiempo que pudiera.
Se dieron un abrazo y se pidieron dos
ensaladas. Acabaron con una botella de vino y riendo a carcajadas recordando el
parto de María.
-¿Te acuerdas de don Roberto?, no había forma
de localizarlo y yo no quería parir hasta que no volviera.
-Menos mal-exclamó Mercedes-que Macarena
estaba libre. Ya te lo dije, me atendió en los tres partos y es muy dulce. Nada
de brusquedad como le ocurre a algunos médicos. Si es que parece que sólo eres
un trozo de carne.
María dejó su copa en la mesa y sacó su móvil
para rebuscar en los correos. Desde hacía dos meses que ya no iba al periódico,
no paraba de mirar esperando tener noticias de algún compañero. Pero del único
que recibía mensajes era Valentín, que le aconsejaba que estuviera tranquila,
que esperara y que era mejor no saber nada del periódico. Tenía que disfrutar
de Celia.
Miró a su amiga con seriedad.
-¿Has sabido algo de Marion?
Mercedes tomó un trozo de pan que quedaba el
mantel.
-No, nada. Desde que todo quedó en suspenso,
no me volvió a llamar. Supongo que lo estará asimilando.
-Es duro, ¿sabes?.
-¿El qué?
-¡Qué va a ser, Mercedes!, para ella era muy
importante ser madre y ahora también le quitan el derecho a adoptar.
El camarero comenzó a recoger, había clientes
esperando su mesa. Ambas se miraron y sonrieron.
-¿Tomamos un café en la barra?-dijo María
mientras se sacudía las migas.
Se levantó, con sus vaqueros ajustados y su pecho
erguido bajo aquel jersey de lana hueco. Mercedes la siguió, sintiéndose como
una liliputiense, mientras arrastraba sus tacones por el salón, con sus caderas
prominentes y su pecho desaparecido tras tanta maternidad y pocos cuidados. Se
miró en el espejo de la barra, menos mal que todavía le quedaban sus grandes
ojos verdes y su piel sin arrugas, heredada de la abuela paterna, una gallega
de piel sonrosada y perfecta.
Hablaron de Marion, con la que María había
tenido mucha afinidad. Ahora no tenía trabajo y sus ingresos no los
consideraban suficientes para pasar el filtro de la adopción. ¿Acaso sólo
podrían adoptar los ricos?, su marido trabajaba y podían para vivir
holgadamente, pero, al parecer, a la Administración no le parecía suficiente.
-Hemos salido varias veces, Mercedes, se desvive
con mi hija y yo la dejo hacer.
Mercedes dio pequeños sorbitos al café, no
quería que se acabara.
-¿Has intimado mucho, verdad?, espero que no
me sustituyas por ella, yo te necesito más.
María le cogió la mano con cariño, dos chicos
sentados al lado sonrieron con picardía, pero a ellas no les importó.
-Sabes que siempre estoy ahí para ti, eres mi
enciclopedia maternal.
Ambas rieron a carcajadas.
-Pero tenemos que quedar un día las tres,
tienes que conocer a Marion más profundamente, es una persona genial y necesita
amigas.
-Está bien-Mercedes tomó el último sorbo y
pagó-, pero organizas tú la reunión…y sin niños.
Antes de despedirse con un beso, María le
susurró en el oído que sería pronto, porque iba a marchar.
-¿Cómo que te marchas?
Bajó el tono hasta lo imperceptible.
-¡No puedes irte! ¿Y Celia?, ¿pero a dónde
piensas ir?
-Ha salido una oportunidad en Pakistán,
Mercedes, que no puede desaprovechar. Es un reportaje a Bushra Ahmad, del
Movimiento Feminista de Liberación Musulmán.
-¿No estaba en el exilio?
-Sí, pero ha vuelto y está organizando el
partido en su país, va a dar entrevistas sólo a España y Francia, tengo que ir.
Ya se lo he confirmado a Valentín, esta mañana.
Mercedes se tapa el cuello con las manos
intentado meter su pequeño cuerpo en la bufanda de lana roja. Ya están en la
calle y ha comenzado a nevar.
-No sé, María, ¿es peligroso?
-Sólo serán dos semanas y volveré.
María estaba eufórica, era la primera persona
a la que se lo decía. Ni siquiera su familia lo sabía.
-Mamá se quedará con Celia y antes de que te
des cuenta, ya estaré de vuelta.
-No sé..- era la primera vez que tenía miedo
de perder a una amiga y no porque fuera a viajar. Se había acostumbrado a tenerla
cerca y a llamarla cada vez que necesitaba desahogarse con alguien.
-Por eso quiero que quedemos, las tres, un
día sólo de chicas. Iremos a comprar, a cenar y a una discoteca. Una de esas
que sólo pongan música de los 80 y 90, como a ti te gusta.
Mercedes sonrió.
-Está bien. Pero piénsatelo, por lo menos.
Medítalo sólo una vez más.
María la abrazó.
-Te lo prometo- pero sabía que ya estaba
decidido. Después de la fiestas marcharía, con un buen equipo y mucha ilusión-
Te llamo para concretar el día ¿vale?
-Está bien.
Mercedes fue al despacho, pero no podía
concentrarse. Pensaba en su amiga, en Marion y en Pakistán. Decidió terminar el
trabajo en casa. Recogió sus cosas y envió un wasap a Loli, que aún no había
llegado de almorzar.
De camino, se paró en una tienda de ropa
interior y compró un conjunto muy sugerente en color negro. Incluso la hacía
sentirse más delgada, ¡como no había pensado nunca en utilizar este tipo de
prendas!.
Esa tarde, mientras los niños estuvieran en
clase, sorprendería a su marido. De hecho, el que volviera hoy tan pronto,
sería una sorpresa.
Abrió la puerta de casa a toda prisa.
-David, cariño, estoy ya estoy aquí.
Fue al despacho, revisó toda la casa y allí
no había nadie. Llamó al móvil para intentar localizarlo, pero saltó el contestador.
Era extraño, porque él le decía que siempre
trabajaba en casa y que sólo veía clientes una vez en semana, los viernes.
Además, hoy debía terminar un trabajo urgente, le había dicho, y no quería que
los niños le molestaran por la tarde. Por eso los había apuntado al taller de
teatro.
Se sentó en el sillón de su marido, en el
despacho, delante del ordenador, pensativa y extrañada, aunque estaba demasiado
cansada para esperar que él volviera. Así que se quitó la ropa interior que se
había comprado y que ya comenzaba a picarle, se duchó y se recostó en el sofá,
en pijama, para ver un poco la tele y dormir.
El timbre del teléfono la sobresaltó, nunca
utilizaba el fijo y se había olvidado que lo tenía. Lo cogió pero no contestó
nadie, aunque Mercedes podía oír la respiración. Es una respiración de
mujer-pensó-, después colgó.
David llegó a las diez y media, los niños ya
estaban dormidos. No le pidió explicaciones, ella era más de investigar, así
que, mientras se duchaba, buceó por su móvil, y allí estaban los mensajes, de
amor, sexo, cariño, con alguien que se apodaba MC. No le extrañó pero le dolió.
El muy tonto nunca ponía contraseña al móvil
porque sabía que ella nunca sospecharía, hasta hoy.
Lo miró con ternura mientras se recostaba a
su lado en la cama.
-Lo sé todo, sé que tienes una amante.
David se tensó y sonrojó como un niño de
quince años, pero no dijo nada. Mercedes apagó la luz.
-Mañana hablaremos, hoy estoy muy cansada.
Y durmió, llorando en sueños.
3 comentarios:
Cuánto me encanta ! quiero el libro ya para leerlo todo entero .
Impaciente por saber como sigue , me encanta . PM
Muchas gracias. En cuanto lo tenga lo haré saber.
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