Mercedes
ya no se levanta temprano, lo decidió el día que dejó a su marido. El día que
éste se derrumbó confesando sus infidelidades, al día siguiente de encontrarle
los mensajes en el móvil. Ella era hábil
consiguiendo información, manipulando a los testigos de tal forma que decían la
verdad sin saberlo. Por eso le pagaban tanto. Se lo merecía.
-¡Por
Dios, Mercedes, dame una oportunidad!-le había rogado una y otra vez.
Pero
ella no podía olvidar. No se trataba de la última aventura de su marido, MC;
eran más. Él confesó que no podía evitarlo, que había buscado, incluso,
tratamiento. Que estaba enfermo.
-Pues
te curarás tú solito-le dijo Mercedes.
Arregló
los papeles del divorcio en dos semanas, beneficios de trabajar en un bufete.
Se repartirían la custodia y ella le compraría la mitad de la casa. Nada más.
Él lo firmó sin rechistar.
Desde
entonces sólo lo veía cuando iba a recoger a los niños o en las reuniones del
colegio a las que tenían que acudir.Pero algo le estaba carcomiendo su corazón. Desde entonces sólo quedaba un lazo que atar. Él ya no formaba parte de su vida, pero MC, su última amante, tenía que conocerla. Quería saber que tipo de mujer buscaba su ex marido.
Todas las noches se torturaba con el mismo pensamiento. Después, a la mañana siguiente, cuando se levantaba, despejada, creía que estaba loca. ¿Qué le importaba a ella si ya no estaban juntos?.
Había
conservado el número de teléfono del que su marido guardaba los mensajes. Sabía
que era de ella. De vez en cuando, cuando estaba en la oficina y tenía un
momento de relax, lo sacaba e intentaba llamar, pero colgaba antes de que lo
cogieran.
Ese día
era diferente. Había perdido un caso, quizás de los más importantes. Además, la
habían llamado del colegio; su hijo Fernando se había caído y debía llevarle al
médico. No paraba de llorar y en la
enfermería detectaron que podría tener una fisura en el tobillo.
Salió a
toda prisa del despacho, sus hijos eran lo primero. Había intentado llamar a su
ex, pero este no respondía. Por el camino, preocupada y sudorosa a causa de los
sofocos por una menopausia temprana, pensaba que ya no podía más. Así que paró
en una gasolinera y marcó el número. Esta vez esperó a que lo cogieran, pero
saltó el contestador.
-Este
es el nº de la doctora Macarena, deje un mensaje al oír la señal. Si es una
urgencia llame al servicio de urgencias del hospital….
Tiró el
móvil al suelo y siguió conduciendo. Recogió a su hijo en el colegio y en menos
de diez minutos ya estaba en la clínica. Hicieron radiografías al pequeño y
dictaminaron que sólo era un esguince. Lo vendaron y le dieron una piruleta.
Mercedes,
como buena profesional, estuvo todo el tiempo atendiendo llamadas de la oficina y
buscando excusas ante su jefe. Así que, cuando le devolvieron el niño,
sonriente y con los dientes rojos de tanto chupar caramelo, estaba tan
estresada, que estalló como una llama ardiendo. Estaban en Marzo pero ella
sentía que estuvieran bajo el sol del desierto. Sombras de sangre inyectada
aparecieron en sus mejillas, el cabello sudoroso pegado a la frente y una blusa
demasiado estrecha que era ya como su segunda piel.
-¿A
dónde vamos mamá?
-A ver
a Macarena.
Con el pequeño en brazos, no le hizo falta
preguntar por su consulta, ya la conocía. Era su ginecóloga, la que había
atendido todos sus partos. Morena de cabello corto, esbelta, de ojos rasgados y
cuerpo bien cuidado. Necesitaba hablar con ella, decirle todo lo que pensaba.
Había destruido un matrimonio y quería hacérselo saber.
Cuando
llegó a la consulta, abrió sin llamar. Macarena estaba sola, ella entró azorada,
con el niño agarrado a sus caderas.
-Pero
Mercedes ¿qué ha ocurrido?¿te encuentras bien?
Mercedes
quería destrozarle la cara, lanzarse sobre ella y borrarle esa sonrisa tan
espléndida. Pero se contuvo.
-Es
Fernando, se ha hecho un esguince.
Macarena
la sentó en la silla y al pequeño en la camilla.
-¿Le
han atendido?, veo que tiene una venda.
-Sí,
sí, ya está todo bien.
Fernando
comenzó a jugar con los folletos que había colgados en la pared, sobre la
importancia de la prevención en el embarazo.
-Pero
me gustaría que me echaras un vistazo a mí. Tengo demasiada calor para la época
del año en la que estamos.
Macarena
la hizo tenderse en la otra camilla y la revisó. Después le mandó que tomara mucha
soja e hiciera ejercicio. Habló sin
parar durante toda la consulta. Así supo que le gustaba correr, que tenía un
perro llamado Yacky y que se sentía demasiado sola en aquella ciudad.
-Sola-
pensaba ella-, zorra que has sido, bien acompañadita de mi marido.
Cuando
hubo terminado, se sentaron una al lado de la otra, en los sillones. Macarena
echó a llorar en silencio, mientras guardaba en un sobre, todos los papeles que Fernando había sacado
de su sitio.
-¿Te
pasa algo?
Ella
negó con la cabeza y después la miró fijamente.
-Sí, sí
que pasa.
Mercedes,
todavía resentida, optó por escuchar en vez de acusar.
-Soy
buena escuchando, me puedes contar lo que sea-aunque deseara estrangularla.
Macarena,
entre sollozos, le explicó que había dejado a su novio. Le habló de un amor
imposible, de unos remordimientos que no quería tener. Sabía que había sido la
amante de un hombre casado, con la mujer con la que hablaba en ese mismo
instante, aunque no lo dijo. Mercedes escuchaba, sabiendo que era la mujer a la
que iba enfrentarse en unos minutos, porque si no lo hacía, su ira no la
dejaría en paz.
Sin
embargo, su ímpetu se fue disipando conforme iba entendiendo que Macarena había
estado tan engañada como ella.
Fernando,
todavía sentado en la camilla, hacía pucheros y ponía caritas.
-Me
tengo que ir, otro día nos veremos.
Macarena
asintió aún con lágrimas en los ojos.
-¿Te
importaría tomar algo conmigo? no tengo a nadie con quien hablar.
Mercedes
aceptó, pero sería por la noche, cuando saliera del trabajo y hubiera dejado a
los niños en casa.
Esa
noche tomaron un café a las siete de la tarde en la cafetería de la Clínica.
Después terminaron con una copa en un pub cercano. Allí Macarena se sinceró,
sintiéndose, en cierto modo, reconfortada por informar a aquella mujer que
ya no estaba con su marido.
-Lo
dejé, la semana pasada. Ya no podía más con esa situación.
-Pues
yo me divorcié de mi marido hace dos semanas también-aclaró Mercedes.
Y
terminaron riendo y brindando por una nueva vida.
-Y una
nueva amiga-aclaró Macarena.
-Eso
es.
Por eso
Mercedes ya no se levanta temprano. Le costó varias discusiones y una rebaja de
salario bastante importante, pero no le importó. Quería disfrutar de sus hijos
y pasar más tiempo con ella misma.
Se
había apuntado a clases de yoga y se había sentido más calmada. Se reunía con
Marion varias veces en semana, necesitaba disfrutar de charlas con personas que
fueran mayores de edad. También comenzó a unirse al grupo Macarena y, aunque ya
no le guardara rencor, no podía evitar pensar, de vez en cuando, que durante un
tiempo compartieron el mismo hombre.
Pero le
hacía favores, como cuidar a los niños cuando tenía demasiado trabajo o quería
ir al gimnasio.
A
veces, todas se reunían con los niños para ir al parque. Marion llevaba siempre
a Celia, la hija de María. Hablaban de ella
constantemente. Estaban preocupadas por su desaparición.
-Su madre tiene una depresión de aúpa-comentó Mercedes.
constantemente. Estaban preocupadas por su desaparición.
-Su madre tiene una depresión de aúpa-comentó Mercedes.
Todas
callaron, pensando en la situación. La perdieron cuando un comando entró en el
hostal donde se alojaban, en Pakistán. Había pasado una semana y media, pero
todavía no sabían nada de ella. Sus hermanos, desde Canadá, intentaban animar a
una madre que, ya de por sí, no podía dar más.
-Con su
enfermedad y todo esto… no sé que sería de Celia-explicó Marion-. Le han
ampliado la medicación, el cáncer es así, no perdona.
Macarena,
tendida en la hierba, mordisqueaba una manzana.
-¡Podrían
contratar una canguro!
Marion,
molesta, exclamó que para eso la tenía a ella. Era amiga de María y nadie la
cuidaría mejor.
-Bueno,
no te pongas así, sólo era por sugerir otra opción. ¿Habéis hablado con su
trabajo, saben algo?
Mercedes
cogió a Celia en brazos y la besó. Estaba vestida con un peto vaquero y gorrito
de lana, muy moderna para lo pequeñita que era.
-Si,
saben que la han visto por el país, pero aún no la han localizado. Está viva,
pero no sabemos si habrá huido con Bhusra a la India, es lo más probable.
Macarena
se incorporó y miró al valle, donde un grupo de niños jugaban al futbol.
-¿Habéis
pensado que puede haberle pasado algo?...puede.
Pero ya
no la dejaron hablar, porque se echaron encima de ella como dos gatas en celo.
-¡¡Qué
dices!!-exclamaron al unísono-no sabes como es María. Es fuerte y seguro que
está viva.
-Bueno,
yo sólo quería, no sé…poneros en la peor situación. Hay que estar prevenido.
Después
volvieron a callar. Era un silencio incómodo, porque significaba muchas cosas.
Mercedes
le devolvió Celia a Marion.
-Me
tengo que ir, mañana me levanto temprano.
Llamó a
los niños que correteaban entre los árboles.
-Yo
también, se está haciendo tarde-añadió Marion.
Macarena
decidió seguir con el paseo- una vuelta más- les dijo, para despejarse.
Mercedes
se despidió, invadida por el resentimiento. Cuando llegó a casa pidió piza para
los niños y, mientras ellos la devoraban viendo Bop Esponja, ella se sentó en
la cocina con una copa de vino.
-Hoy no
os bañáis-les dijo.
Los
niños chillaron de alegría.
-Pero
eso no significa que os podáis acostar tarde. Venga, a la cama.
Y la
alegría se transformó en caras largas. Mercedes apagó las luces y se acostó
también. Se hizo un ovillo con la almohada. A pesar de haberla lavado varias
veces, todavía olía al perfume de su ex marido.
-Tengo
que comprar otra-pensó.
Y
lloró, lloro por su amiga María. Perdida en una país que no conocía. Lloró
porque era fuerte y valiente. Lloró porque no sabía los problemas que tendría
al llegar a España, no conocía la
enfermedad de su madre. Lloró porque pudiera estar muerta y no verla nunca más. Lloró porque no sabía si encontraría a alguien como ella. Lloró porque en realidad, se le hacía insoportable vivir sin su existencia.
enfermedad de su madre. Lloró porque pudiera estar muerta y no verla nunca más. Lloró porque no sabía si encontraría a alguien como ella. Lloró porque en realidad, se le hacía insoportable vivir sin su existencia.
Lo que
no sabía es que, a veinte kilómetros, Marion y Macarena también lloraban. Una
con un bebé en brazos, otra abrazada a un
perro. Pero todas por una misma razón: María.
A la
mañana siguiente, el timbre del teléfono fijo la sobresaltó. Miró el reloj, aún
eran las seis de la mañana y los niños dormían. ¿Quién podría ser?. Mientras
bajaba las escaleras pensaba en un accidente o, aún peor, en la muerte de su
amiga. Cuando lo cogió le temblaba el pulso.
-¿Diga?
Y un
silencio.
-¿Diga,
quién es?
Oyó un
pitido e interferencias, después.
-Mercedes..soy
María.
El
teléfono calló de sus manos de la impresión, revotando en el parquet.
-Dios
mío, que no se haya roto, por favor-pensó.
-¿María,
estás bien?
-Sí, si,
no puedo hablar mucho porque no hay buena cobertura. Sólo quería que supieras
que ya he cruzado la frontera, estoy a salvo.
-¿Ya lo
saben todos?
De
nuevo pitidos.
-¿Estás
ahí?
-Sí,
sí…he llamado al periódico. Por favor, dile a mi madre que ya mismo estaré de
vuelta, dale un beso de mi parte y que no se preocupe.
Mercedes
decidió no decirle nada de la enfermedad, no sabía en que situación estaría
todavía y el estrés que le provocaría no poder estar allí.
-No te
preocupes, yo se lo digo. No sabes lo que me he acordado de ti, siempre que nos
reunimos brindamos en tu honor, la valiente María.
-Anda
tonta, si ya mismo nos vemos. Espero que esto sirva para algo.
Las dos
quedaron en silencio, después Mercedes exclamó.
-Te
quiero mucho, ¿lo sabes?
-Claro
tonta-ruido de nuevo-. Oye, tengo que colgar ya, hablaremos mejor cuando llegue
a la embajada. Tengo muchas cosas que decirte, quiero que me ayudes.
Después
colgó. Mercedes quedó allí, paralizada y alegre, con el teléfono en la mano.
Miraba a la lejanía, más allá de la ventana.
-María
está viva-pensó-tengo que avisar a las demás.
Y los
rencores hacia Macarena desaparecieron, también los que tenía hacia ella misma.
Su amiga estaba viva y debían celebrarlo.
2 comentarios:
Me engancha , ya espero el próximo . Felicidades !
María Macarena Mercedes Marion. Por qué todas con M.? Me ha gustado, gracias
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