miércoles, 5 de febrero de 2014

HISTORIA DE CUATRO MUJERES

INVIERNO

1ª PARTE





Mercedes mira el reloj, aún es temprano pero hoy tiene mucho trabajo. Va a la habitación para elegir los pendientes y el collar. Su marido la mira mientras se seca los restos de espuma del afeitado.

  -Pero mira que eres presumida.

Ella no le hace caso y rebusca en el joyero ordenado meticulosamente, como su vida. Desde que tenía tres niños era así, todo lo tenía meticulosamente programado. Su agenda pitaba cada hora para avisarle de lo que debía hacer.

Finalmente elige un collar de perlas anaranjadas y unos sencillos pendientes de plata.  El pelo negro recogido en un moño alto. Se ajusta la chaqueta como si fuera un militar y se mira al espejo antes de coger su cartera repleta de documentos. Se veía bajita con aquellos pantalones y tenía el trasero demasiado ceñido, pero ya no podía hacer nada. La vida que llevaba no le permitía un segundo de respiro para ir al gimnasio y cuando tenía algún rato libre, sin niños ni marido, sólo deseaba tirarse en el sofá en chándal para ver películas y comer palomitas. Ahora todo eso estaba en su cuerpo repartido de la manera más absurda.

Besó a su marido en la boca, rápidamente y sin pasión. Él revisaba el correo en el despacho, las ventajas de trabajar desde casa.

-Recuerda que debes recoger a Toni a las 12-le gritó desde la puerta- tiene médico a las 12:30.

Se alejó por el camino de piedra que bordeaba su chalet adosado. Hacía frío ese día y la bufanda de lana no era suficiente, debería haber cogido el gorro, pero ya no volvería. Durante el trayecto al trabajo, en un bufete de abogados en el centro de Madrid, pensaba en la pasión que les faltaba desde hacía tiempo y elaboraba diversos métodos para hacerlo florecer de nuevo. Se compraría ropa sexy, nada de bragas de la abuela, ni fajas ni sujetadores deportivos. Dejaría los niños con su hermana y llenaría de velas y pétalos de rosa el dormitorio. Sí, eso haría, así volverían a tener sexo de nuevo. Hacía ya meses que no lo hacían. Ella estaba muy cansada, desde que era socia no tenía horario de salida y su marido tampoco hacía nada por animarla.

Así habían llegado a un callejón sin salida, donde se habían convertido en compañeros de piso más que amantes. Pero ese era un tema que no quería dejar pasar, porque lo amaba y quería recuperarlo por todos los medios. No podía imaginar la vida sin él.

Cuando aparcó en el parking, su secretaria la estaba esperando. Era una joven ambiciosa y pizpireta a la que tenía mucho cariño.

-¿Qué haces aquí, Loli?¿hay algo urgente?

Ella señaló el coche de enfrente, un mercedes negro con cristales tintados.

-¡Ay madre!-exclamó Mercedes- no me digas que era hoy la reunión.

Subió a toda prisa con Loli corriendo tras ella, mientras le pasaba documentación para firmar y firmar.

-Pero si todo lo tengo apuntado en la agenda, malditos aparatos-murmuró-.

La reunión ya había comenzado pero la saludaron con cortesía y siguieron hablando. Ella intentaba seguir el ritmo de las exposiciones que hacía Anastasio, un aspirante a socio que se dedicaba a captar clientes importantes. Allí estaban todos, siete hombres y tres mujeres, ella, Lorena y Loli, su secretaria.

Votaron rápidamente, todos deseaban que el jefe se fuera para seguir con su trabajo. Antonio, el fundador del bufete, un hombre septuagenario y atractivo a pesar de su edad, que sólo se dejaba caer por allí dos veces al año, sobretodo para hacer acto de presencia y recordar que estaba vivo. Lucía un moreno espectacular. Mercedes sospechó que finalmente había optado por comprarse el chalet en la costa, como le dijo.

Al terminar, se despidieron cortésmente de él y salieron en estampida hacia sus cubículos. Mercedes se dejó caer en el sillón y se aflojó los pantalones, si sacaba la blusa por fuera, no se notaría. Loli se sentó en el filo de la mesa, pelirroja y alegre, le guiñó un ojo.

-¡Que tal! ayer hubo movida….

-¿Movida?, no sé a lo que te refieres, llevo meses en dique seco, los niños me tienen agotada y el trabajo también.

Loli dio un saltito al bajarse de la mesa.

-Lo que necesitas ahora es cafeína, te traigo un capuchino y no rechistes.

Mercedes se revolvió en su asiento, por Dios, más calorías no, pensó. Pero a Loli no se le podía rechistar, parecía saber siempre lo que necesitaba.

Después de trabajar tres horas frenéticamente, por los efectos de la cafeína, decidió hacer la lista de la compra de ropa interior y comenzó a elaborar el plan de conquista, como ella lo llamaba.

El pitido de la agenda la despertó, cita para comer con María. Lo había olvidado.

Cogió su chaqueta y volvió a poner la blusa en su sitio. Corrió por el despacho y las escaleras como una loca, eso es lo que debían pensar los compañeros. Tenía que aprender a relajarse. Ni siquiera sabía como podía estar gorda con tanto estrés.

El Corte Inglés estaba sólo a dos calles del bufete, pero cuando llegó, María ya se encontraba tomando una copa. Pero que guapa y delgada estaba, a pesar de que sólo había pasado un mes desde que tuvo su bebé.

Desde hacía cinco meses que recibió su llamada para ayudar en la adopción de una mujer que había conocido, se habían hecho grandes amigas. Quedaron varias veces para tratar el tema y congeniaron a la perfección, Mercedes se desahoga contándole sus agobios maritales, como los llamaba, y le daba consejos sobre la maternidad. Pero María era fuerte e independiente y parecía no necesitar a nadie. Aún no había vuelto al trabajo, porque quería estar con su niña todo el tiempo que pudiera.

Se dieron un abrazo y se pidieron dos ensaladas. Acabaron con una botella de vino y riendo a carcajadas recordando el parto de María.

-¿Te acuerdas de don Roberto?, no había forma de localizarlo y yo no quería parir hasta que no volviera.

-Menos mal-exclamó Mercedes-que Macarena estaba libre. Ya te lo dije, me atendió en los tres partos y es muy dulce. Nada de brusquedad como le ocurre a algunos médicos. Si es que parece que sólo eres un trozo de carne.

María dejó su copa en la mesa y sacó su móvil para rebuscar en los correos. Desde hacía dos meses que ya no iba al periódico, no paraba de mirar esperando tener noticias de algún compañero. Pero del único que recibía mensajes era Valentín, que le aconsejaba que estuviera tranquila, que esperara y que era mejor no saber nada del periódico. Tenía que disfrutar de Celia.

Miró a su amiga con seriedad.

-¿Has sabido algo de Marion?

Mercedes tomó un trozo de pan que quedaba el mantel.

-No, nada. Desde que todo quedó en suspenso, no me volvió a llamar. Supongo que lo estará asimilando.

-Es duro, ¿sabes?.

-¿El qué?

-¡Qué va a ser, Mercedes!, para ella era muy importante ser madre y ahora también le quitan el derecho a adoptar.

El camarero comenzó a recoger, había clientes esperando su mesa. Ambas se miraron y sonrieron.

-¿Tomamos un café en la barra?-dijo María mientras se sacudía las migas.

Se levantó, con sus vaqueros ajustados y su pecho erguido bajo aquel jersey de lana hueco. Mercedes la siguió, sintiéndose como una liliputiense, mientras arrastraba sus tacones por el salón, con sus caderas prominentes y su pecho desaparecido tras tanta maternidad y pocos cuidados. Se miró en el espejo de la barra, menos mal que todavía le quedaban sus grandes ojos verdes y su piel sin arrugas, heredada de la abuela paterna, una gallega de piel sonrosada y perfecta.

Hablaron de Marion, con la que María había tenido mucha afinidad. Ahora no tenía trabajo y sus ingresos no los consideraban suficientes para pasar el filtro de la adopción. ¿Acaso sólo podrían adoptar los ricos?, su marido trabajaba y podían para vivir holgadamente, pero, al parecer, a la Administración no le parecía suficiente.

-Hemos salido varias veces, Mercedes, se desvive con mi hija y yo la dejo hacer.

Mercedes dio pequeños sorbitos al café, no quería que se acabara.

-¿Has intimado mucho, verdad?, espero que no me sustituyas por ella, yo te necesito más.

María le cogió la mano con cariño, dos chicos sentados al lado sonrieron con picardía, pero a ellas no les importó.

-Sabes que siempre estoy ahí para ti, eres mi enciclopedia maternal.

Ambas rieron a carcajadas.

-Pero tenemos que quedar un día las tres, tienes que conocer a Marion más profundamente, es una persona genial y necesita amigas.

-Está bien-Mercedes tomó el último sorbo y pagó-, pero organizas tú la reunión…y sin niños.

Antes de despedirse con un beso, María le susurró en el oído que sería pronto, porque iba a marchar.

-¿Cómo que te marchas?

-No hables muy alto, esto está lleno de periodistas.

Bajó el tono hasta lo imperceptible.

-¡No puedes irte! ¿Y Celia?, ¿pero a dónde piensas ir?

-Ha salido una oportunidad en Pakistán, Mercedes, que no puede desaprovechar. Es un reportaje a Bushra Ahmad, del Movimiento Feminista de Liberación Musulmán.

-¿No estaba en el exilio?

-Sí, pero ha vuelto y está organizando el partido en su país, va a dar entrevistas sólo a España y Francia, tengo que ir. Ya se lo he confirmado a Valentín, esta mañana.

Mercedes se tapa el cuello con las manos intentado meter su pequeño cuerpo en la bufanda de lana roja. Ya están en la calle y ha comenzado a nevar.

-No sé, María, ¿es peligroso?

-Sólo serán dos semanas y volveré.

María estaba eufórica, era la primera persona a la que se lo decía. Ni siquiera su familia lo sabía.

-Mamá se quedará con Celia y antes de que te des cuenta, ya estaré de vuelta.

-No sé..- era la primera vez que tenía miedo de perder a una amiga y no porque fuera a viajar. Se había acostumbrado a tenerla cerca y a llamarla cada vez que necesitaba desahogarse con alguien.

-Por eso quiero que quedemos, las tres, un día sólo de chicas. Iremos a comprar, a cenar y a una discoteca. Una de esas que sólo pongan música de los 80 y 90, como a ti te gusta.

Mercedes sonrió.

-Está bien. Pero piénsatelo, por lo menos. Medítalo sólo una vez más.

María la abrazó.

-Te lo prometo- pero sabía que ya estaba decidido. Después de la fiestas marcharía, con un buen equipo y mucha ilusión- Te llamo para concretar el día ¿vale?

-Está bien.

Mercedes fue al despacho, pero no podía concentrarse. Pensaba en su amiga, en Marion y en Pakistán. Decidió terminar el trabajo en casa. Recogió sus cosas y envió un wasap a Loli, que aún no había llegado de almorzar.

De camino, se paró en una tienda de ropa interior y compró un conjunto muy sugerente en color negro. Incluso la hacía sentirse más delgada, ¡como no había pensado nunca en utilizar este tipo de prendas!.

Esa tarde, mientras los niños estuvieran en clase, sorprendería a su marido. De hecho, el que volviera hoy tan pronto, sería una sorpresa.

Abrió la puerta de casa a toda prisa.

-David, cariño, estoy ya estoy aquí.

Fue al despacho, revisó toda la casa y allí no había nadie. Llamó al móvil para intentar localizarlo, pero saltó el contestador.

Era extraño, porque él le decía que siempre trabajaba en casa y que sólo veía clientes una vez en semana, los viernes. Además, hoy debía terminar un trabajo urgente, le había dicho, y no quería que los niños le molestaran por la tarde. Por eso los había apuntado al taller de teatro.

Se sentó en el sillón de su marido, en el despacho, delante del ordenador, pensativa y extrañada, aunque estaba demasiado cansada para esperar que él volviera. Así que se quitó la ropa interior que se había comprado y que ya comenzaba a picarle, se duchó y se recostó en el sofá, en pijama, para ver un poco la tele y dormir.

El timbre del teléfono la sobresaltó, nunca utilizaba el fijo y se había olvidado que lo tenía. Lo cogió pero no contestó nadie, aunque Mercedes podía oír la respiración. Es una respiración de mujer-pensó-, después colgó.

David llegó a las diez y media, los niños ya estaban dormidos. No le pidió explicaciones, ella era más de investigar, así que, mientras se duchaba, buceó por su móvil, y allí estaban los mensajes, de amor, sexo, cariño, con alguien que se apodaba MC. No le extrañó pero le dolió.

El muy tonto nunca ponía contraseña al móvil porque sabía que ella nunca sospecharía, hasta hoy.

Lo miró con ternura mientras se recostaba a su lado en la cama.

-Si me hubieras avisado, hubiera venido antes-le dijo David mientras la besaba en la mejilla.

-Lo sé todo, sé que tienes una amante.

David se tensó y sonrojó como un niño de quince años, pero no dijo nada. Mercedes apagó la luz.

-Mañana hablaremos, hoy estoy muy cansada.

Y durmió, llorando en sueños.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuánto me encanta ! quiero el libro ya para leerlo todo entero .

Anónimo dijo...

Impaciente por saber como sigue , me encanta . PM

Elisa escritora dijo...

Muchas gracias. En cuanto lo tenga lo haré saber.