viernes, 20 de diciembre de 2013

¡¡QUIERO ESTAR GUAPA!!



¿Habéis probado alguna vez el sujetacaras? es un remedio casero para intentar reducir la papada. Consiste en atarse un lazo alrededor del rostro o, aun mejor, ponerse una felpa cubriendo la papada. Yo, cuando lo hago, a escondidas por supuesto, ya que mi marido cree que tendré un derrame cerebral si presiono mi cerebro, aunque yo le demuestre que no hay presión y que está flojito; realmente no consigo nada físicamente, pero psicológicamente me sienta fenomenal.

Me pinto las uñas, me embadurno de crema el rostro, me pongo el sujetacaras. Me siento como si acabara de realizarme una operación de cirugía estética y que cuando me mire al espejo, todo lo que hay en él que no me gusta, va a desaparecer.

Las pequeñas arrugas que aparecen alrededor de los ojos y al levantar las cejas, las pecas en la nariz, las ojeras…

Y es tal mi ilusión que me siento eufórica cuando realizo todo este proceso, sobretodo cuando utilizo una nueva crema que, creo, será mejor que la anterior.

Después de una hora y antes de que mi marido aparezca, voy ilusionada al tocador para ver los resultados. Me quito la cinta de la cara y los restos de crema, levanto la mirada y todo sigue ahí, quizás más mitigado, pero no desaparece.

Esto me lleva a la ansiedad de buscar otra crema y me convenzo a mí misma de que será eso, que no era lo suficientemente buena o adecuada a mi tipo de rostro.

Así he pasado años, intentado cambiar lo que no se puede, intentado buscar mi alma en un cuerpo diferente…pero está aquí, en el que yo elegí, antes de nacer, y con el que tengo que morir.

Después viene mi marido y todo le parece una tontería, porque él me quiere tal como soy y ve belleza en las primeras arrugas y en las ojeras de la mañana, y en la pequeña papada que me acompaña desde siempre, porque todo me representa y así soy yo. Si cambiaras, me dice, ya no serías la persona de la que me enamoré.

Esto es más potente que cualquier crema del mercado, que cualquier sujetacaras o anticelulítico de última generación, porque esto es Amor. Y el Amor embellece el alma y el cuerpo, no te hace sentir guapa, te hace mirar con otros ojos para ver más allá de lo físico, te hace amar el mundo interior que forma parte de cada uno de nosotros y la energía que se concreta, al final, en ese cuerpo que intentamos cambiar a cada momento.

Por eso, finalmente, he vuelto a la crema más natural que he conocido, la más sencilla y barata, compuesta de besos, abrazos, sonrisas y buen aceite de oliva ( virgen extra y sin filtrar, el mejor), lo único que ha utilizado mi madre y de lo que ha obtenido muy buenos resultados.

Mezclado con limón y en el rostro limpio, a la mañana siguiente brillas como si fueras un sol, pero si va acompañado de una sonrisa y un beso, mucho mejor.

Viva el amor que nos hace ser como somos y querernos por ello,  y no por lo que pretenden que seamos.

 

martes, 10 de diciembre de 2013

LA VIDA ES LO QUE PASA MIENTRAS ESTÁS SOÑANDO





Algo parecido es lo que dijo John Lennon. Y es que nos pasamos la mitad de nuestra vida soñando. Desde pequeñas nos enseñan a soñar con mundos perfectos, donde somos las princesas; damas hermosas, heroicas y protagonistas de bellas historias con finales felices.
Esto está bien a los 5, 10 ó 15 años. Pero seamos realistas, seguimos soñando mientras pasamos la aspiradora, fregamos los platos o hacemos rápidamente la comida porque los niños no tardarán en venir.
Y mientras realizamos todas esas tareas, soñamos con un futuro que cada vez es más corto. Llevamos la mitad del camino andado, todavía falta la otra mitad. ¿No sería mejor vivirlo a soñarlo?
Eso es lo que me he planteado. Romper las ataduras, ver mi alrededor cotidiano como el más hermoso y, si no lo es, cambiarlo para que así sea. No, no me conformo con la rutina diaria del trabajo en la oficina; de tirarme dos horas haciendo una rica comida para que los niños la desechen en dos segundos porque no les guste. Terminar a la hora del café, sentada en la cocina, con la pila llena de platos sucios y soñando, mientras tanto, que estoy fuera de allí, en un mundo paralelo, de cuento de hadas, donde nunca me ensucio las manos, ni se me rompen las uñas. Donde el pelo no está grasiento ni pardo. Donde todo brilla por naturaleza y los nubarrones son sólo un espejismo.
Pero ahí está el problema. Desde que tenemos uso de razón, nos deberían enseñar que las hadas no existen, que todas somos princesas y que los sueños se consiguen con lucha. Que todo hay que ganarlo y que en parte depende de tí.
¿Por qué un día nublado tiene que ser opaco, triste?, ¿por qué una comida en familia o un trabajo repetitivo tiene que ser aburrido?
Los mundos de cuento no existen. Existen las personas con mundos reales, maravillosos, que sonríen a pesar de todo. Que ven la luz en lo gris, que transforman lo rudo en delicadeza, lo cotidiano en sorpresa.
Los cuentos son eso, sólo cuentos. La realidad es mucho mejor, porque es lo que vivimos todos los días. No podemos cambiar un cuento que nunca existirá, pero tenemos el poder de cambiar la realidad.
Dejemos de soñar con las historias que nos impusieron y escribamos las nuestras, con nuestra propia vida. Convirtamos lo que no nos gusta. Quitémonos las gafas rosa y descubramos nuestros bellos ojos, para que la luz de la verdad entre en ellos y podamos vivirla.
Y, si en algún momento, nos cerramos en lo que nos prometieron, en las fábulas centenarias relatadas a millones de mujeres; sólo habrá que mirarse al espejo y sonreír, para que la belleza real penetre de nuevo en nosotras.
En este preciso instante estoy escribiendo, pero me esperan demasiadas cosas por hacer. Una lavadora que amenaza con venir a recogerme a la salita y un cuarto que he de organizar, si mañana quiero tener ropa limpia que ponerme. Estoy en chándal, no vestida con tul de colores. Fuera está lloviendo, pero las gotas de agua son cristales preciosos que adornan mi ventana. La gata ronronea al lado de la estufa.
¿Qué voy a hacer?, me pintaré los labios de rojo, cepillaré mi pelo y sonreiré al espejo. Después, cantaré mientras trabajo. Porque ya no soy princesa, sino reina, de mi casa, de mi familia y de mi vida.



miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL AMOR



Muchas veces me lo he preguntado, ¿existe el amor? ¿qué es en realidad?, y he pasado por muchas etapas y diversas respuestas.

Cuando somos niños, más que amar, necesitamos. Necesitamos a nuestros padres, a nuestros abuelos, a las personas mayores que nos dan seguridad y estabilidad. Aquí no somos conscientes de lo que significar amar, pero sí necesitar, ni siquiera nos planteamos esta cuestión.

Cuando llegamos a la adolescencia, nos desbordamos en pasión, por cualquier cosa, pero sobretodo, por los chicos. Es una época desbordada, porque todo nos lo tomamos “a pecho”: los estudios, los amigos, los primeros amores, las aficciones, los vicios también. Tanta intensidad nos nubla y nos confunde, nos incita a probarlo todo, por eso cometemos tantas equivocaciones. De hecho, cuantas de vosotras se habrá unido a alguien, movida por esa pasión tan confusa, y después, con la edad, todo se ha enfriado, dando lugar a separaciones y relaciones incomprensibles.

Por fin, la época adulta, la mejor de todas, donde la mente se tranquiliza y los sentimientos se aclaran. Donde te planteas todas las cuestiones, dudas de todo y analizas los sentimientos. Cuando comienzas a dejar atrás los prejuicios e introduces más valores.

Esto es lo ideal, o lo sería para la mayoría de nosotros. Pero el mundo está loco y lleno de incongruencias. Porque tenemos adolescentes de 45 años y viejas de 14. Porque, a veces, nos entran los celos cuando la madurez ya los debería haber olvidado y los olvidamos, cuando aun no hemos empezado.

Y la etapa más importante, la que viene a partir de los 50. Esa etapa en la que sí olvidas de verdad para desnudar el alma. Cuando eres sincera porque ya estás de vuelta de todo y sabes que enmascarar no sirve de nada. Cuando aceptas los errores y los defectos, pero amas a pesar de todo. Cuando tomas las decisiones más acertadas, aunque para algunos no sean comprensibles.

¿Cuantas separaciones hay a partir de esa edad que realmente comprendamos? . Yo sí, porque seguramente, esa mujer habrá mirado con calma su vida y habrá roto los barrotes que la aprisionaban. Posiblemente, una cárcel que ella misma habrá creado. Porque somos capaces de ver con claridad el pasado y el presente, y, quizás, también el hipotético futuro si no aceptamos o cambiamos.

Y es aquí, cuando el amor reluce en toda su intensidad, porque ya no hay rencores, sino paz. Ya no hay definiciones, ni sueños vagos que sabemos no se cumplirán. Porque aceptamos a las personas tal como son, ya no tenemos tiempo para prejuicios ni adornos. El tiempo pasa y hay que disfrutarlo.

Y para ello, que mejor que amar, sin más, sin limitaciones, sin celos, con paz.

Aquí es donde más valoramos el amor de madre, de padre, de hermanos, de amante, de marido, de hijos. Y es aquí cuando nos emocionamos porque ese calor que lanzamos en una dirección, ya no esperamos con ansiedad que nos lo devuelvan.

Hemos aprendido. El placer estar en dar, es lo que reconforta. Eso es amar, lo demás no importa.