sábado, 1 de febrero de 2014

HISTORIA DE CUATRO MUJERES

 
Desde hoy y durante cuatro semanas, voy a publicar un relato, donde las protagonistas son cuatro mujeres, con mucho en común aunque ellas no lo sepan. Cada relato estará dividido en capítulos y  tiene el nombre de una estación. Con ellos intentaré transmitir amor, compasión, dolor también y sobretodo, esperanza . Espero que les guste y agradecería mucho sus comentarios, porque hablaré de temas con los que muchas se puedan sentir identificadas.


VERANO.

1ª PARTE.

Aquel día Marion se levantó temprano, no serían ni las ocho, pero el médico no esperaría si llegaba tarde, después de todo, le había hecho un favor. Si no acudía hoy antes de las nueve, no podrían atenderla hasta dentro de dos semanas y era el único ginecólogo competente que había en 100 km.

Se levantó despacio, sin movimientos bruscos que pudieran despertar a las bestia, como ella la llamaba. Era ese dolor insoportable que se clavaba en sus entrañas hasta hacerle perder el conocimiento. Agujas finas que se movían como pequeños insectos que la roían por dentro.

Había momentos de paz, pero últimamente, bastaba un giro de cintura o estar de pie demasiado tiempo, para despertarla.

No se miró siquiera al espejo, a tientas buscó los pantalones que había dejado en los pies de la cama y la camiseta que había cogido prestada a su marido. Y no por que fuera bonita, sino porque era lo suficientemente holgada para poder ir a gusto.

Se atusó el cabello, aún estaba limpio aunque hacía tres días que no se lo lavaba. Se pasó los dedos intentado recogerlo en un pequeño moño. Se refrescó con agua el rostro y, por unos segundos, se pudo observar. Tenía profundas ojeras, más acentuadas por sus ojos grises, y la piel estaba pálida. Su cabello rubio natural estaba opaco. Hacía meses que no se preocupaba de su aspecto porque se encontraba mal la mayor parte del tiempo y, cuando se reponía, aunque sea por unos días, pedía el alta para poder aparecer por el trabajo y asegurarse de que no la despidieran.

Bebió una infusión de manzanilla que su marido le había dejado preparada y cogió las llaves del coche.

-Qué bueno es- pensó Marión. Hacía meses que no tenían relaciones, pero lo soportaba estoicamente- estaré contigo siempre-le había dicho una y otra vez. Ella sabía que así sería, pero sufría por no poder llevar una vida sexual normal.

Se puso en marcha, no sin antes tomarse dos analgésicos, de los más fuertes que había encontrado, por si acaso.

El sol le martilleó el cerebro- demasiado tiempo sin salir-pensó. Puso el aire acondicionado al máximo. En días como aquellos, incluso pensaba en morir, pero pronto se recomponía de sus propias cenizas, de su propio dolor, para querer vivir de nuevo. A veces, ya sea fruto de las pastillas o de la propia enfermedad, veía la realidad con una luz especial, tan bella y hermosa que la hacía llorar. Sonreía, sonreía siempre, porque había leído que liberaba endorfinas y estas servían para combatir el dolor. Sin embargo, tanta sonrisa le había servido también para liberar su mente. Había pasado del cabreo a un estado de alucinación permanente.

Cuando llegó al consultorio, aún no había llegado don Roberto, así que sentó y esperó, con la mano puesta en el vientre y rezando para que el dolor siguiera dormido. Se acariciaba como si estuviera embarazada. La enfermera la miraba y sonreía. Que equivocada estaba-pensó Marión- mientras sentía que la bestia comenzaba de nuevo a despertar.

Cuando la llamaron por le altavoz, las lágrimas ya asomaban por sus mejillas. El doctor se limitó a mirarla con preocupación y ella a contarle lo mismo de todos los meses. Los dolores y calambres no cesaban, y ahora, además le duraban más días, a veces, incluso todo el mes.

Le hizo una ecografía en la que sólo podía ver masas informes-tienes varios tumores- le dijo, tenemos que operarte de inmediato.

-¿Tumores? ¿Y ahora lo ve?, llevo meses con esto.
-Lo siento-se limitó a decir don Roberto- en las imágenes no se veía con claridad.

 Era un hombre joven, moreno como el azabache y le hablaba con dulzura, pero eso no le servía.

-No se preocupe, seguramente será benigno o endometriosis, pero mientras antes la operemos mejor.

-¿Endometriosis?-era la primera vez que Marion oía esa palabra.

Don Roberto se limitó a no darle importancia, indicándole que
sería la mejor opción si la tuviera, porque podrían quitársela y tratarla.

-Es endometrio que crece fuera del útero. No es mortal pero sí muy doloroso.

En diez segundos le rellenó los partes del preoperatorio y la dirigió a la enfermera. Esta ya no la miraba con una sonrisa, sino compasivamente. En diez días tendría todas las pruebas, la operación se concretó para el 10 de Julio.
Volvió a casa anonadada y desesperada por no haber preguntado más-¿para qué existe internet?- pensó.
Lo que obtuvo de la red no le gustó, hablaban de infertilidad y daños en el intestino o la vejiga.
Siempre había querido ser madre, pero nunca lo había conseguido. Había tenido dos abortos y nunca habían puesto medios, pero ahora sería aún peor. Tenía 40 años y estaba al límite. Si no conseguían sus ovarios superar la operación, ya no podría.

Se hizo un café y volvió a tomarse un tercer analgésico. Combinaba varios para que efecto fuera aún mayor. Hizo una comida frugal, un sándwich de queso y atún. Se recostó en el sofá viendo la ruleta de la fortuna y esperó a que su marido llegara.

Éste la despertó con un beso, como siempre. Ella se abrazó a él desesperada y se lo contó todo, su operación, su miedo a no poder superarla y la posibilidad de no tener hijos.

-Yo no necesito hijos, contigo me basta y me sobra.
Y, como si nada, se dirigió a la cocina a recalentarse el plato del día anterior.
Marión siguió viendo la tele, triste y confusa. Triste porque un deseo tan largamente perseguido no se haría realidad, confusa porque esperaba otra reacción por parte de su marido, más indignación. Sin embargo, estaba feliz y dichoso, como si le hubiera tocado la lotería.

-No te preocupes, Marion, todo saldrá bien-le dijo mientras se llenaba la boca de puré de lentejas-. Lo de los niños no es importante, lo principal eres tú, que te puedas recuperar y llevar una vida normal.

Ella sonrió y agradeció a Dios que hubiera puesto en su camino a persona tan buena, tan generosa y tan llena de amor.
Vieron juntos el Telediario y después descansaron un rato. Estaban a 40º y Carlos no tendría que volver a la oficina hasta las seis.

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