¿Habéis
probado alguna vez el sujetacaras? es un remedio casero para intentar reducir
la papada. Consiste en atarse un lazo alrededor del rostro o, aun mejor,
ponerse una felpa cubriendo la papada. Yo, cuando lo hago, a escondidas por
supuesto, ya que mi marido cree que tendré un derrame cerebral si presiono mi
cerebro, aunque yo le demuestre que no hay presión y que está flojito;
realmente no consigo nada físicamente, pero psicológicamente me sienta
fenomenal.
Me pinto las
uñas, me embadurno de crema el rostro, me pongo el sujetacaras. Me siento como
si acabara de realizarme una operación de cirugía estética y que cuando me mire
al espejo, todo lo que hay en él que no me gusta, va a desaparecer.
Las pequeñas
arrugas que aparecen alrededor de los ojos y al levantar las cejas, las pecas
en la nariz, las ojeras…
Y es tal mi
ilusión que me siento eufórica cuando realizo todo este proceso, sobretodo
cuando utilizo una nueva crema que, creo, será mejor que la anterior.
Después de
una hora y antes de que mi marido aparezca, voy ilusionada al tocador para ver
los resultados. Me quito la cinta de la cara y los restos de crema, levanto la
mirada y todo sigue ahí, quizás más mitigado, pero no desaparece.
Esto me lleva
a la ansiedad de buscar otra crema y me convenzo a mí misma de que será eso,
que no era lo suficientemente buena o adecuada a mi tipo de rostro.
Así he pasado
años, intentado cambiar lo que no se puede, intentado buscar mi alma en un
cuerpo diferente…pero está aquí, en el que yo elegí, antes de nacer, y con el
que tengo que morir.
Después viene
mi marido y todo le parece una tontería, porque él me quiere tal como soy y ve
belleza en las primeras arrugas y en las ojeras de la mañana, y en la pequeña
papada que me acompaña desde siempre, porque todo me representa y así soy yo.
Si cambiaras, me dice, ya no serías la persona de la que me enamoré.
Esto es más
potente que cualquier crema del mercado, que cualquier sujetacaras o
anticelulítico de última generación, porque esto es Amor. Y el Amor embellece
el alma y el cuerpo, no te hace sentir guapa, te hace mirar con otros ojos para
ver más allá de lo físico, te hace amar el mundo interior que forma parte de
cada uno de nosotros y la energía que se concreta, al final, en ese cuerpo que
intentamos cambiar a cada momento.
Por eso,
finalmente, he vuelto a la crema más natural que he conocido, la más sencilla y
barata, compuesta de besos, abrazos, sonrisas y buen aceite de oliva ( virgen
extra y sin filtrar, el mejor), lo único que ha utilizado mi madre y de lo que
ha obtenido muy buenos resultados.
Mezclado con
limón y en el rostro limpio, a la mañana siguiente brillas como si fueras un
sol, pero si va acompañado de una sonrisa y un beso, mucho mejor.
Viva el amor
que nos hace ser como somos y querernos por ello, y no por lo que pretenden que seamos.