OTOÑO-4ª PARTE
Vadin Rowling sería el mejor amante que tendría en mucho tiempo. Fueron a cenar al
centro. Con él se sentía confiada. Fátima estuvo muy alegre durante toda la
velada. Le compraron laddu y narkel, dulces hechos a base de leche, harina y
azúcar.
Ella también disfrutó como una niña. En dos horas tuvo tiempo de conocer toda su historia. Era un hombre abierto. Así supo que su padre era un diplomático inglés y su madre maestra de escuela. Que le gustaban los coches deportivos y tenía vicio con las palomitas. Sus padres vivían ahora en Londres y él, que siempre había vivido en Inglaterra, no quería renunciar a sus raíces. Por eso estaba allí. Llevaba un año como médico al servicio del Estado, para temas sociales.
Ella también disfrutó como una niña. En dos horas tuvo tiempo de conocer toda su historia. Era un hombre abierto. Así supo que su padre era un diplomático inglés y su madre maestra de escuela. Que le gustaban los coches deportivos y tenía vicio con las palomitas. Sus padres vivían ahora en Londres y él, que siempre había vivido en Inglaterra, no quería renunciar a sus raíces. Por eso estaba allí. Llevaba un año como médico al servicio del Estado, para temas sociales.
-Pero después,
¿volverás?
-Sí, claro que sí.
Allí tengo a mi familia.
Y la cogió de la
mano con total naturalidad. María volvió a sentir ese calor extraño que
recorrió sus entrañas la primera vez. Intentó disimular jugando con la pequeña.
Pero él la miraba con insistencia.
Ella, sin embargo,
optó por no contarle mucho sobre su vida. Tan sólo que era periodista y que
había sufrido un percance durante una entrevista. Él no preguntó más, ni como
había conocido a Fátima, ni como había conseguido sacarla de Pakistán.
Cuando llegaron al
cuarto, sus manos todavía seguían unidas. La pequeña había comenzado a
lloriquear y chuparse el pulgar, señal de que quería dormir.
-Bueno, has sido
muy amable. Esta noche no la olvidaré.
-Yo tampoco.
Sus miradas seguían
encontradas, traspasando mucho más que el cuerpo físico que los rodeaba. Ella
no quería soltarlo y él no quería marchar.
-Si no tuviera a
Fátima-pensó.
Se inclinó y la
besó con tanta suavidad que el vello se le erizó.
-Tengo que
entrar-le dijo-la niña está cansada y no tengo con quien dejarla.
Él sudaba, ella también.
De repente, tuvo una idea.
-Dame un minuto.
Y entró como un
huracán en la habitación. Marcó el número de recepción y una joven la atendió.
-Quería saber si
tienen algún servicio de guardería.
La chica dudó,
después afirmó.
-Sí, señora. No es
algo formal, pero a veces cuido los niños de los viajeros cuando tienen que
salir. Si espera diez minutos, subiré a su habitación y me indicará que hacer.
Vadin, por su
parte, ya corría escaleras abajo para reservar otra habitación en la misma
planta. María le dio instrucciones a la joven sobre la pequeña, que ya dormía
sobre la cama que compartían.
-No te dará
problemas, es muy buena.
Brinda, como se
llamaba, era alta y morena, con el pelo negro hasta la cintura. Vestía unos vaqueros
tan ajustados, que se marcaban como una segunda piel; pero llevaba un share en
la parte superior y velo en el cabello. Un contraste entre dos mundos-pensó
María.
También llevaba un
libro.
-¿Estudias?
Ella sonrió.
-Sí, estoy en el
Instituto.
-Bueno, aquí tienes
mi nº de móvil, por si me necesitas. No estaré lejos.
Vadin la esperaba
en la puerta, aunque era un hombre europeo, todavía tenía cierto pudor en
algunas cuestiones. La joven sonrió pícaramente y se sentó en la butaca del
pequeño balcón.
-No se preocupe, he
cuidado muchos niños.
Cuando llegaron a
la habitación nueva, él ya la estaba desnudando. Sudaban a causa del bochorno y
la humedad, pero eso no importó. Sus manos se acariciaron mutuamente. Él fue
tan impetuoso que ella se emocionó. Hacía mucho tiempo que no había estado con
ningún hombre. Desde que rompió con su novio, cuando supo que estaba
embarazada. Intentó pensar en los meses, pero eran demasiados.
-No quiero que
creas que me acuesto con el primer hombre que veo, es que..
Él no la dejó
terminar, le tapó su boca con la mano suavemente.
-No digas nada, no
me importa. Sólo será una noche.
Ella lo miró, quiso
ver a través de sus ojos grandes y oscuros, pero no lo consiguió.
-Sí, sólo una noche-susurró.
Y así permanecieron
durante cuatro horas, en las que ni siquiera durmieron. Tan sólo se besaron y
hablaron. María se sentía tan cómoda en sus brazos, que parecía que siempre
hubiera estado así.
-Me parece
conocerte de siempre-.le dijo.
-A veces pasa.
Ella se incorporó,
tapándose los pechos con la sábana.
-A ti, ¿ya te ha
ocurrido?
-Pues sí, alguna
vez. No es la primera vez que lo hago.
-Bueno, lo supongo.
Disculpa, es que hacía mucho tiempo que no estaba con alguien.
Se incorporó y
comenzó a ponerse los pantalones. Él sonreía, todavía tendido.
-¿Ya te
vas?, espera un poco, por favor. Fátima estará bien.
María sólo quería
terminar de vestirse y salir de allí cuanto antes. Sabía lo que ocurriría si
continuaba junto a él más tiempo. Era una enamoradiza empedernida que jugaba a
ser liberal pero que soñaba con un príncipe azul que sabía no existía.
-Sólo existen
capullos, unos más que otros-pensó.
En cambio dijo:
-No, debo irme, de
verdad. Me preocupa alejarme tanto tiempo de ella.
Vadin se incorporó
e intentó sujetarla, pero ella se zafó con habilidad. Le dio un beso rápido en
la boca y el leve roce de los labios ya la estremeció.
-Ha sido muy
bonito, pero tengo que irme, de verdad.
Y salió tan ràpido
como pudo, alejándose de aquella atmósfera de enamoramiento absurdo de un
desconocido, que quería evitar.
Brinda había
cuidado a la niña muy bien. Ésta se había despertado pero había conseguido
dormirla de nuevo cantándole alguna canción.
Le pagó y se tendió
al lado de la pequeña. Durmió profundamente y tuvo sueños agitados en los que
manos de hombre la acariciaban.
Cuando despertó, lo
sabía, se había enamorado. Pero ¿Cómo podía ser si tan sólo lo conocía de un
día?, ¿sería eso amor o desesperación?.
-No estás siendo
realista. Concéntrate.-Se riñó a sí misma.
Para cuando dieron
las nueve, las dos ya estaban vestidas y la maleta preparada. Faltaban aún unos
días para que su vuelo saliera, pero el periódico le había conseguido una
habitación en un hotel mejor, el JW Marriot.
-Te lo mereces-le
había dicho Valentín-por todo lo que has pasado.
Preguntó en
recepción por el hombre que reservó la noche anterior, si había dejado alguna
nota o recado para ella, pero la respuesta fue negativa.
Se alejó en el
taxi, mientras su corazón sentía una nostalgia extraña por algo que podría
haber sido pero no fue.
El nuevo hotel era
moderno y elegante. Tenía spa y gimnasio. Todo un lujo comparado con los
hostales donde había tenido que alojarse. También tenía una guardería.
Lo primero que
hizo, en cuanto estuvo en la habitación, fue llamar a Mercedes. Tanto ella como
Marion le debían mucho. Había agilizado todo el papeleo de la adopción y no
había tenido tiempo de agradecérselo.
El teléfono sonó
tres veces y saltó el contestador. Le dejó un mensaje. Decidió entonces llamar
a Marion, quería saber como estaba Celia. La llamaba todas las mañanas desde
que estaba en la India. Así es como conoció la realidad de su amiga.
Marion cuidaría de
sus hijos mientras Fernando estuviera en el Hospital.
-Pero no te
preocupes, ella es fuerte-le dijo-Macarena está siempre con ella y bueno, ya
sabes como son las enfermedades. Aunque sea grave, los niños son fuertes y
tienen más posibilidades.
Oyó como Celia
lloriqueaba a través del teléfono y se le saltaron las lágrimas. Su pequeña
hija, a la que había dejado por la ambición de un reportaje. Su amiga, que
ahora la necesitaba y con quien no podía estar en ese momento. Lo único bueno
de todo aquello era Fátima. Por lo demás, aún no sabía si había merecido la
pena.
-Marion, no sabes
lo buena que es,-suspiró-…echo de menos a mi hija.
-Lo sé, María.
Pronto estarás aquí. ¿Cuántos días faltan?
-Solo tres y estaré
de nuevo en casa.
Marion no quería
expresar su alegría, pero no pudo contenerla.
-¡Tengo tantas
ganas de tenerla en mis brazos!; es lo que siempre he deseado. A veces creo,
que nuestro encuentro no fue casualidad, que todo tiene un sentido, incluso lo
malo. Aunque en ese momento no podamos verlo.
Y como María no
podía abrazar a su hija, abrazó a Fátima, que se agarró a su cuello como si
fueran a separarla de ella.
-Lo sé, Marion.
Pero es que Mercedes no se lo merece. Primero su divorcio, después su hijo…
Ambas callaron, no
había palabras. ¿Sería mala suerte?-pensó-. Y recordó la tarde en aquella
cafetería donde la vio por última vez, pequeña y hermosa, con un genio tan
decidido que le daba envidia. Recordó su sonrisa y sus problemas banales en la
perfecta familia acomodada.
-Todos la queremos
y estaremos con ella. Está deseando que vuelvas.
-Ya lo sé. Yo
también. Dale un beso muy fuerte de mi parte. Intentaré llamarla más tarde. Un
beso para ti también.
-Te quiero mucho,
¿lo sabes?
-Sí, lo sé.
Y colgó. El pecho
le dolía. Hubiera deseado llamar a Vadin, si tuviera su teléfono, y fundirse en sus brazos para olvidar lo que
había de venir.
Decidió darse un
respiro en el spa, dejando a Fátima en la guardería. Allí disfrutaría. Era una
sala llena de juguetes de colores que le fascinaron desde el primer momento. Se
agarró a unas muñecas de peluche con pelo anaranjado y se olvidó de ella. Mucho
mejor. Así estaría más tranquila.
Compró un traje de
baño en la tienda del hotel. Negro, sin pretensiones. Y el más barato también.
Dos horas entre
burbujas de agua caliente y masajes, no habían sido suficiente para que
olvidara lo que había pasado la noche anterior. Pensaba en él constantemente y
quería evitarlo.
Por la tarde, ya
más tranquila, organizó todos los apuntes que tenía sobre Bushra y lo vivido en
Pakistán. Revivió los momentos en los que su vida corrió peligro, la huida sin
saber a dónde y si saldría todo bien. Se sentía tan diferente en aquel país
donde a la mujer todavía le quedaba tanto camino por recorrer.
-No me olvidaré de
la promesa que le hice. En cuanto llegue a Madrid, buscaré los contactos que
hagan falta para que puedan volver a su país y continuar su lucha.
Y ese pensamiento
rondó por su cabeza hasta que llamaron a la puerta. No esperaba a nadie y para
cenar irían al restaurante.
Un joven uniformado
le dio una carta, que ella abrió a toda prisa. En ella, Vadin le decía que la
esperaba en el hall, a las nueve.
Se emocionó,
después se preocupó. ¿Cómo sabía que estaba allí alojada?. ¿Qué quería?.
Llamó de nuevo al
servicio de guardería, se arregló como si fuera a tener una cita, aunque no
estuviera muy segura. El único vestido que tenía estaba sucio y arrugado así
que volvió de nuevo a los pantalones y camiseta. No podía hacer otra cosa.
A las nueve en
punto María estaba en la entrada del hotel. Las manos le sudaban y tenía una
emoción casi adolescente. En cuanto lo vio llegar, con rostro serio y aspecto
despreocupado, supo que aquello no era una cita.
La saludó dándole
la mano, con frialdad.
-Tengo que hablar
contigo. Entremos en el bar, hay más gente y pasaremos más desapercibidos.
Ella lo siguió, él
miraba alrededor como si temiera que alguien le siguiera.
Allí pidieron dos
refrescos. Nada de alcohol, le había dicho, quería tener la mente despejada.
-¿Qué pasa?, ¿cómo
has sabido que me alojaba aquí?
La miró con una
media sonrisa. Tenía ojeras y la mirada apagada.
-Pregunté en el
hostal, me dijeron el taxi que habías cogido y, bueno, ha sido fácil
averiguarlo.
Tomó sus manos
entre las suyas. Ella volvió a sentir calor en ellas, pero nada más, estaba a
la expectativa de lo que tendría que decirle.
-¡Estás muy
guapa!-exclamó.
-¿Para eso has
venido?
Él agachó la cabeza
y jugó con su vaso.
-No, debo decirte algo
y es mejor que lo haga cuanto antes.
-Por favor, dilo
ya. Me estás poniendo nerviosa.
La miró con
tristeza.
-No puedes llevarte
a Fátima.
María derramó el
refresco y se levantó exaltada.
-¡Qué dices!, no
pueden hacerme eso.
Le tiró del brazo
para que se volviera a sentar.
-Por favor, escúchame
primero.
Pero ella no
entendía nada, tenía los permisos, el visado, el pasaporte y el informe
favorable de Servicios Sociales, por cierto, expedido por él.
-He sido yo, he
tenido la culpa. No debí pasar la noche contigo.
-Pero ¿qué dices?
-Verás, María, aquí
las leyes son muy estrictas en algunas cuestiones. Ayer nos vieron juntos. Mi
supervisor ha anulado el informe, cree que te estoy favoreciendo.
Se llevó las manos
al rostro, no podía creerlo. Comenzó a llorar con rabia.
-Por favor,
entiéndelo, pero no está todo perdido.
Ella levantó el
rostro, todo sonrojado y alterado. Él cogió su barbilla en actitud paternal.
-Escúchame y
tranquilízate.
María asintió y
tomó un sorbo de la bebida de Vadin.
-Ahora, lo único
que piden, es el procedimiento normal para cualquier niño que tiene que ser
adoptado.
-¿Y cual es?
-Tendrá que pasar
tres meses en un orfanato, dónde se le harán las pruebas necesarias para saber
el grado de enfermedad. Después podrán llevársela, sus padres adoptivos, claro.
El pianista entró
en el bar, la gente aplaudió. Comenzó a tocar la melodía de “Amélie” y sus
notas se agarraron a su interior, volviéndola aún más sensible.
-Tú sabes tan bien
como yo, que Fátima sólo tiene un retraso debido a la falta de atención. ¿No
has podido hacer nada?
-Lo he intentado
todo, de verdad. Pero la Jefatura de la Provincia ya ha emitido el informe. No
consienten las relaciones entre los empleados públicos y las familias, están en
el punto de mira por las denuncias de corrupción y ya sabes como es eso.
-Pero es absurdo,
no lo entiendo. ¿Qué le digo a Marion?, y la pequeña, ¿cómo va a sobrevivir sin una
familia?.
-Aquí..-ella no le
dejó hablar.
-¿Aquí?, ¿qué me
vas a decir?, ¿que los orfanatos son hoteles maravillosos para los niños, dónde
los cuidados son exquisitos y no pasan ningún tipo de necesidad?. Mentira, y lo
sabes.
Se levantó llena de
rabia.
-¿A dónde vas?,
espera…
-No, no puedo,
tengo que ver lo que puedo hacer. No me iré de aquí sin ella.
-Mañana por la
mañana vendrán a recogerla. No puedes hacer nada, María.
Ella lo miró
desafiante.
-Eso ya lo veremos.
Estuvo toda la
noche despierta, llamando a unos y otros, al periódico, a abogados, tanto
españoles como hindúes, pero no consiguió nada. A las ocho de la mañana, ella permanecía
sentada en la cama, con Fátima en brazos, agarrada a su peluche y ajena a todo
lo que le pasaría. La mecía cantándole nanas inventadas y esperando, con el
corazón sobresaltado, a que sonara el teléfono.
A las diez menos
cuarto, dos mujeres y un hombre, perfectamente identificados, se llevaron a la
pequeña, que se alejó gimiendo y llorando. Ella sonreía, aunque la tristeza se
la comía. Le dejaron toda la documentación y los datos del lugar donde estaría,
el orfanato “Nueva Vida”.
-Al final sería su
destino pasar por allí-pensó con amargura.
A pesar de que ella
había tratado de evitarlo de todas las formas posibles.
-Puede venir, si
quiere.
Pero no quería.
Prefería no saber como sería. No pudo hacer nada. Se sentía derrotada.
Tenía que llamar a
Marion y contárselo. Tendría que darle ánimos y explicarle que todo saldría
bien. Pero ahora no tenía fuerzas. Se metió en la ducha y lloró amargamente
todo lo que no lo había hecho hasta entonces.
Una llamada a la
puerta la hizo reaccionar. Salió en albornoz a abrir. Allí estaba Vadin, igual
de ojeroso que la noche anterior, con la misma ropa y aspecto de no haber
dormido tampoco.
-Sabía que estarías
mal-le dijo.
Y la abrazó con
cariño mientras ella se refugiaba en su pecho.
-No te preocupes,
sé que no confías en los orfanatos de aquí, pero todo saldrá bien. Yo te
ayudaré.
María levantó el
rostro, él le despejó el cabello mojado que le tapaba la frente.
-Si, yo. He dejado
mi trabajo. Supongo que ahora necesitareis mi ayuda.
-¿Quién?
-Quien va a ser, tú
y tu amiga. Si la aceptáis, claro.
Ella lo besó
emocionada. Él la acarició de nuevo, como aquella noche, pero más despacio,
sintiendo cada curva de su piel, como temiendo hacerle daño. Hicieron el amor y
durmieron tan unidos, que no había espacio físico entre los cuerpos, porque se
fusionaron en uno solo. Y si no fuera por la diferencia de color, nadie hubiera
podido distinguirlos.
Para cuando se
despertaron, ya eran las tres de la tarde.
-Venga dormilona,
tenemos trabajo.
Ella sonrió por
primera vez, desde que llegó al hotel.
-Ya intenté hacer
algunas averiguaciones ayer, pero no conseguí nada.
Vadin la besó con
amor, porque aquello era amor, no había duda-pensó María.
-Sí, pero hoy ya no
trabajo para el Estado y soy libre. He hablado con mi padre, él todavía
tiene contactos aquí.
Ella chilló y saltó
de alegría sobre la cama, como si de una niña pequeña se tratara.
-Menos mal que no
he llamado a Marion..-pensó.
Puede que, después
de todo, sí volviera a Madrid con Fátima.