¿Qué
tipo de gorda eres?
Me
preguntaron el otro día en la clínica de adelgazamiento. En ese momento dudé de
que hacía yo allí sometiéndome a tal vejación. Bueno, lo mío es relativo-respondí-
porque adelgazo y engordo según tenga las hormonas y el apetito, claro está. Si
me apetece comer acelgas o chocolate. Si tengo el día negro como nubarrones
antes de tormenta o veo el arco iris en cuanto abro los ojos.
Porque
hay gordas de caderas y estrechas de hombros, gordas de piernas, gordas de
tronco, gordas de brazos y piernas pero con cintura de avispa. Yo cuando
engordo, soy gorda “general”, porque hasta cambio de talla de zapato. Soy gorda
general o proporcionada, los kilos se reparten por todo mi cuerpo excepto por
el pecho, que queda tal cual, incluso se ve pequeño entre tanta carne
sonrosada.
Después-¿con
cuanto frecuencia vas al baño?-yo-¿perdonen?..-como si no lo hubiera entendido,
aunque sí lo había hecho. –Uff, pues…no sé…según…no las he contado, pero todos
los días. -¿Orina mucho?, pues sí señor, sí que lo hago, cada hora es que no
puedo aguantar y donde esté, ahí voy.
-Seguro
que come bollos industriales, pues eso fuera-me dijeron.
-Que no
como bollos-le respondí.
-Pues
tiene que dejarlos-no me habían oído-, y también la mermelada, la mantequilla,
el aceite de oliva, la comida preparada.
-Pare
usted, por favor-le dije-como de forma consecuente, comida ecológica y la
elaboro yo misma. ¿No será otro el problema?, ¿Por qué no me pregunta por mis
antecedentes médicos?, no sé, puede que haya algo.
Pero
ellos siguieron como si nada, preguntando y respondiéndose. Como si todos los
que engordamos lo hiciéramos por las mismas causas.
Pude
sentirme insultada, pero no fue así. Porque era verdad que había engordado, lo
que no me gustó es el tono peyorativo que le dieron, como si fuera sinónimo de
feo y lo delgado de bello. Pues estoy harta de ver personas escuálidas
anunciando geles, ropa interior, perfumes. No todas somos así y no dejamos de
ser hermosas por ello. Ya se podría atrever algún anunciante a utilizar a
personas reales, que no estén sometidas al protocolo de 60-90-60. ¿Cómo voy a
comprar un sujetador que podría llevar una niña de 15 años?. Que injusta es la
vida. Estoy harta de mirarme en el espejo, de pesarme, de ir a un dietista que
me mide constantemente recordándome lo que me sobra.
Y todo
¿por qué?, porque los diseñadores, creadores de ropa y marca nos han hecho una
lobotomía borrando la parte de nuestro cerebro que nos hace pensar y revelarnos
contra la dictadura del tipo.
Una
firma de ropa muy conocida, emitió hace unos meses un anuncio revelador, iba a
introducir en sus ventas la talla XL, “por fin, somos solidarios y venderemos
también tallas especiales”.
Me
indigné de inmediato, no pienso caer en la tentación de ir. De hecho, me lo
propuse y lo he conseguido. El día que consideren que la diversidad es
inherente al ser humano, que somos bellos por diversos motivos y no por los que
ellos nos imponen, volveré a comprar en ella.
Vamos a
tener que crear el día del “orgullo cuerpo serrano”, como el día del orgullo
gay o el día de la mujer trabajadora. Es lo que se hace cuando se discrimina a
una parte de la sociedad por alguna razón. Pues esta es la nuestra. Ese día,
deberíamos salir con algo que nos identificara, como un pañuelo rojo, que
significa pasión, ardor, sensualidad, atado a la cintura. Orgullosas de nuestro
cuerpo serrano aunque no tengamos las medidas que nos imponen.
No
podemos ser una especie en extinción ni tampoco avergonzarnos de lo que somos.
El día
que no hablen de tallas especiales, el día que los anuncios de ropa o perfumes,
puedan ser protagonizados por mujeres hermosas, ya sean gordas o delgadas, pero
sin restringir las cualidades sólo a éstas últimas. El día que los niños no se
eduquen desde la cuna con mensajes que los condicionarán toda la vida. El día
que se caiga la venda que con tanto trabajo y años nos han impuesto, ese,
seremos libres.
Mañana
no volveré a una dieta que me amarga. Como sano y eso me basta. Estoy perfecta
de salud y soy hermosa, pero no gorda. No pido nada más.
Por
eso, si algún día vuelvo a ir a otro dietista, que lo veo lejano aunque el agua
llueve en todas direcciones, no responderé a la pregunta del tipo de gorda.
-Oiga-
le diré- ¡no estoy gorda, solo rellenita!.
FIN