miércoles, 4 de diciembre de 2013

EL AMOR



Muchas veces me lo he preguntado, ¿existe el amor? ¿qué es en realidad?, y he pasado por muchas etapas y diversas respuestas.

Cuando somos niños, más que amar, necesitamos. Necesitamos a nuestros padres, a nuestros abuelos, a las personas mayores que nos dan seguridad y estabilidad. Aquí no somos conscientes de lo que significar amar, pero sí necesitar, ni siquiera nos planteamos esta cuestión.

Cuando llegamos a la adolescencia, nos desbordamos en pasión, por cualquier cosa, pero sobretodo, por los chicos. Es una época desbordada, porque todo nos lo tomamos “a pecho”: los estudios, los amigos, los primeros amores, las aficciones, los vicios también. Tanta intensidad nos nubla y nos confunde, nos incita a probarlo todo, por eso cometemos tantas equivocaciones. De hecho, cuantas de vosotras se habrá unido a alguien, movida por esa pasión tan confusa, y después, con la edad, todo se ha enfriado, dando lugar a separaciones y relaciones incomprensibles.

Por fin, la época adulta, la mejor de todas, donde la mente se tranquiliza y los sentimientos se aclaran. Donde te planteas todas las cuestiones, dudas de todo y analizas los sentimientos. Cuando comienzas a dejar atrás los prejuicios e introduces más valores.

Esto es lo ideal, o lo sería para la mayoría de nosotros. Pero el mundo está loco y lleno de incongruencias. Porque tenemos adolescentes de 45 años y viejas de 14. Porque, a veces, nos entran los celos cuando la madurez ya los debería haber olvidado y los olvidamos, cuando aun no hemos empezado.

Y la etapa más importante, la que viene a partir de los 50. Esa etapa en la que sí olvidas de verdad para desnudar el alma. Cuando eres sincera porque ya estás de vuelta de todo y sabes que enmascarar no sirve de nada. Cuando aceptas los errores y los defectos, pero amas a pesar de todo. Cuando tomas las decisiones más acertadas, aunque para algunos no sean comprensibles.

¿Cuantas separaciones hay a partir de esa edad que realmente comprendamos? . Yo sí, porque seguramente, esa mujer habrá mirado con calma su vida y habrá roto los barrotes que la aprisionaban. Posiblemente, una cárcel que ella misma habrá creado. Porque somos capaces de ver con claridad el pasado y el presente, y, quizás, también el hipotético futuro si no aceptamos o cambiamos.

Y es aquí, cuando el amor reluce en toda su intensidad, porque ya no hay rencores, sino paz. Ya no hay definiciones, ni sueños vagos que sabemos no se cumplirán. Porque aceptamos a las personas tal como son, ya no tenemos tiempo para prejuicios ni adornos. El tiempo pasa y hay que disfrutarlo.

Y para ello, que mejor que amar, sin más, sin limitaciones, sin celos, con paz.

Aquí es donde más valoramos el amor de madre, de padre, de hermanos, de amante, de marido, de hijos. Y es aquí cuando nos emocionamos porque ese calor que lanzamos en una dirección, ya no esperamos con ansiedad que nos lo devuelvan.

Hemos aprendido. El placer estar en dar, es lo que reconforta. Eso es amar, lo demás no importa.

 

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